Conviviendo con el agua

Las ciudades asiáticas frente a las inundaciones

Al aterrizar en Bangkok somos testigos del importante desafío al que se enfrentan las ciudades asiáticas a medida que se expanden a lo largo de las costas, deltas y llanuras inundables que caracterizan a gran parte del continente. El aeropuerto internacional Suvvanbhumi de Bangkok, uno de los de mayor tráfico de la zona, está construido sobre el pantano Cobra, una zona conocida por sus plantaciones de arroz, pero también propensa a las inundaciones. El aeropuerto es un ejemplo de la tensión existente entre la tierra y el agua que sustenta los actuales patrones de urbanismo en gran parte de Asia. Un porcentaje muy alto del terreno sobre el que están siendo construidas las ciudades se encontraba anteriormente bajo el agua durante casi todo el año, inundado durante las lluvias anuales.

Históricamente, en esta parte del mundo las ciudades y las viviendas se construían alrededor del agua. Los canales eran la principal arteria de transporte y, a su vez, permitían que el agua fluyera en la temporada de inundaciones. De la misma forma, las viviendas se construían sobre pilotes para evitar las inundaciones más virulentas. Los visitantes occidentales de aquella época se referían a Bangkok y a otras ciudades de Asia como una especie de Venecia, ciudades todas ellas definidas por su relación con el agua.

Pero el agua también representa una incómoda limitación a la expansión urbana. La tendencia abrumadora del último siglo ha sido convertir el agua en terreno, transportando tierra desde un área determinada para rellenar las zonas inundadas y elevar el nivel de la construcción por encima de la línea de inundación. Esta práctica ha permitido una construcción rápida, pero conlleva un costo.

La remodelación del paisaje puede reducir la amenaza de inundación en determinadas áreas, pero puede trasladar ese riesgo a otras zonas. Es un patrón que posiciona a la ciudad contra el flujo del agua. 

Los riesgos de esta trayectoria de urbanismo se hicieron muy evidentes en las inundaciones de 2011 que afectaron a la mayor parte de Tailandia, desde el norte de Chiang Mai a las llanuras del río Chao Praya y al mismo Bangkok. Si bien los altos niveles de precipitación y los retos de gestionar una red de embalses jugaron un papel importante en cómo se desarrolló la crisis, en el fondo puede considerarse un fracaso de planificación urbana. Gran parte del terreno sobre el que fluyeron las aguas de las crecidas había sido previamente definido como espacio agrícola o verde, protegido en los planes de ordenación del territorio por su fertilidad o por sus funciones de protección frente a inundaciones.

A partir del boom económico de la década de los 80, la práctica fue contraria a toda lógica de planificación y gran parte de este terreno fue destinado a la expansión urbana y a la construcción de polígonos industriales. A pesar de las advertencias de los riesgos existentes, gran parte de estas extensiones de agua se cubrieron, aumentando los riesgos de inundaciones futuras. En 2011 estas fueron las áreas que más sufrieron las inundaciones, con un enorme costo financiero y social. Los ingentes esfuerzos realizados para proteger a Bangkok frente a las inundaciones también requirieron la instalación de barreras temporales para desviar el agua. Gran parte de este caudal fluyó de forma natural hacia el pantano Cobra en su camino hacia el mar, pero la presencia del aeropuerto internacional Suvannabhumi supuso el bloqueo de este cauce natural, trasladando el impacto de la inundación a otro lugar.

Esta historia se repite en las costas y deltas de la región. Al mismo tiempo, los riesgos se multiplican a causa del cambio climático. Muchos de los efectos del cambio climático se perciben a través del agua, y es en las ciudades que acogen a la mayor parte de la población y a la actividad económica donde estos efectos pueden llegar a ser más graves y de mayor alcance. Encontrar posibles soluciones supone un gran reto.

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Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam. Imagen Tony Lam Hoang/Unsplash

 

El trabajo con las diferentes partes interesadas de la ciudad nos aporta importantes indicaciones de cómo avanzar. Existe la necesidad urgente de una planificación territorial más efectiva, basada en una nueva visión de futuro. En la mayoría de las ciudades asiáticas el ritmo de crecimiento supera la capacidad de planificación eficaz. Los planes de utilización del territorio suelen ser obsoletos y son modificados sobre la marcha para adaptarse a los cambios que van surgiendo.

La futura planificación del territorio debe realizarse a escala del ecosistema en lugar de restringirse a las limitaciones administrativas de las autoridades locales. Las decisiones de un ayuntamiento sobre un territorio tendrán consecuencias para otras autoridades situadas en otro lugar. Para poder abordar las amenazas del futuro, es necesario revisar las decisiones tomadas en el pasado, reconfigurando las ciudades existentes para abrir espacios al agua.  Es necesario abrir de nuevo el drenaje natural, siendo también esencial la reconfiguración de los edificios de manera que permitan que el agua fluya, evitando así inundaciones durante las crecidas.

Todo esto requiere un proceso de diálogo y colaboración que se base en visiones compartidas de futuro, y el reconocimiento de que ya se están superando los umbrales críticos. Esta planificación consensuada debe ir acompañada de compromisos con un futuro social y medioambientalmente justo, que satisfagan las necesidades de las comunidades más pobres y marginadas, muchas de las cuales viven en condiciones precarias, con un acceso limitado a servicios básicos y en lugares donde son vulnerables a los efectos del cambio climático.

Es evidente que el urbanismo del futuro no puede continuar la trayectoria actual. Las ciudades y sus residentes necesitan convivir con los flujos de agua, remodelando lo que ya existe y construyendo las ciudades del futuro sobre la base de un pasado olvidado.

Imagen principal: Hoi An, Vietnam durante la temporada de lluvias. Imagen Toomas Tortes/Unsplash